La influencia Andalusí en los cortijos de Córdoba

La construcción socio-política y cultural que fue Al-Ándalus tuvo una influencia decisiva en la evolución posterior de algunas provincias españolas. Junto con la zona mediterránea, la región andaluza fue la se impregnó en mayor medida de las costumbres musulmanas. En el caso de Córdoba, la impronta andalusí en sus cortijos modernos resulta innegable.

Los musulmanes afincados en la Península Ibérica desarrollaron un tipo de poblamiento poco conocido hasta la fecha por estos lares: las alquerías. Aunque tras la caída del Imperio Romano y posterior creación de los reinos bárbaros se produjo un éxodo urbano hacia el medio rural, las aldeas y los pueblos fueron los modelos de asentamiento más utilizados. Con Al-Ándalus, el poblamiento disperso cobraría una gran importancia, alterando notablemente los patrones de producción y vida familiar. Por lo que respecta al caso cordobés, el hecho de que la capital del califato homónimo se situara precisamente en Córdoba restó importancia a la vida en el campo, mucho mayor en Málaga o Sevilla.

Sea como sea, la cultura islámica sentó cátedra con sus características alquerías y ello habría de arrojar resultados bastante evidentes a no mucho tardar. Tras la conquista cristiana de Granada, se empieza a observar cierta tendencia hacia la acumulación de tierras en manos de un solo señor. Esta práctica, habitual en algunas zonas de los reinos cristianos (Castilla y norte de Cataluña), no había sido cultivada por los musulmanes, constituyendo casi una revolución en la organización del territorio cordobés y andaluz. Las fincas ganarán en tamaño y se plantearán mayores exigencias de producción.

Finalmente, en el s. XVII puede hablarse ya de cortijos en el sentido actual del término. Tomando como ejemplo el poblamiento disperso propio de las alquerías, las caserías poblaron la campiña de Córdoba estableciendo la residencia del propietario de las tierras en viviendas más o menos lujosas. Paralelamente, se levantaron una serie de edificios secundarios para los trabajadores con el propósito de evitar que se ausentaran de sus labores. No obstante, en muchas fincas cordobesas el señor no estuvo dispuesto a establecer allí su residencia, por lo que apenas se interesó por construir alojamientos para los arrendatarios de sus tierras.