Castillos, Monasterios y edificios singulares. Algunas joyas del románico catalán
La abundancia de monasterios y castillos situados en su mitad norte es uno de los rasgos culturales más importantes de Catalunya . No en vano, fue precisamente en estos edificios singulares donde el románico alcanzó sus máximas cotas de esplendor en la península Ibérica. Ahí va una selección de los mejores ejemplos.
Sin ánimo de jerarquizar los ejemplos, resulta inevitable centrarse en primer lugar en la provincia de Gerona. No en vano, aquí nacieron los famosos claustros románicos catalanes, imitados posteriormente en otras zonas de España. La Catedral de Gerona combina una base románica con remates finales de marcado estilo gótico. Esta simbiosis no evita que posea uno de los claustros románicos más significativos, destacando por su gran tamaño y el elevado número de columnas. Además, las columnas están duplicadas, generando arcos de medio punto más gruesos para sostener los pesados tejados a doble vertiente. En el punto central del patio se encuentra un pozo.
También en la provincia catalana más septentrional se encuentra el Monasterio de San Pedro de Roda, a caballo entre el prerrománico y el románico propiamente dicho. Y es que, debido a la tardanza de su construcción (878-1022), el recinto recibió influencias muy dispares. Ni qué decir tiene que la proximidad del Cabo de Creus y su elevado emplazamiento dotan a este edificio de retiro espiritual de una atmósfera casi mística. Desde luego, la sobriedad es la seña de identidad del monasterio, lo cual no está reñido con sus notables dimensiones y las numerosas naves interiores.
Desplazándonos hasta la provincia de Lleida localizamos algunos edificios singulares que, a pesar de su mal estado de conservación, fueron en su momento los más vivos ejemplos de arquitectura militar románica. El castillo de Llordá es uno de los más interesantes, teniendo un carácter más residencial por albergar a la familia de Arnau Mir de Tost, personaje que culminó la conquista de la comarca de Pallars Jussà. En su momento de mayor esplendor contaba con una iglesia, una bodega, un gran palacio, una residencia para tropas y una armería. Cabe destacar la abundancia de naves cubiertas por bóvedas de cañón, elemento característico por antonomasia del románico.
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