Las casas señoriales de la edad de oro de Cádiz

Desde luego, si hubiera que hacer una selección de las provincias españolas en las que han habitado (y en ocasiones, cohabitado) un mayor número de culturas y civilizaciones, Cádiz ocuparía un lugar de honor. Un atractivo que, como no podía ser de otro modo, no escapa tampoco a los promotores que edificaron algunas de sus casas señoriales más bellas.

Ya sea dentro de su entramado urbano como en zonas más tranquilas del interior de la provincia, los palacios y las grandes viviendas patrimoniales son una parte casi distintiva del paisaje de Cádiz. Un estatus que vivió su particular época de esplendor en paralelo con la elección de la ciudad andaluza como sede de la Casa de Contratación y de la Flota de Indias en detrimento de Sevilla. Un cambio este, acaecido en 1717, que vendría a confirmar el creciente peso de Cádiz en la escena no solo nacional sino atlántica. Prontamente, los hombres más acaudalados de Andalucía buscarían instalarse en sus principales calles.

Aunque alguna de las casas más famosas ya existían con anterioridad a este periodo, sería en el s. XVIII cuando este tipo de viviendas daría un salto cualitativo y cuantitativo. De hecho, el Palacio de la Aduana, levantado para atender las nuevas funciones administrativas de Cádiz, pasa por ser una de las construcciones más importantes en este sentido. A pesar de que las obras no se completaron hasta 1770, este edificio neoclásico ha quedado como el símbolo de la edad de oro gaditana. El Consulado sería otro recinto de grandes dimensiones.

Por lo que respecta a las casas señoriales privadas, podemos distinguir un patrón estilístico bastante homogéneo. La mayoría de edificios incluyen amplios ventanales, balcones de hierro fundido, una distribución armoniosa (en especial durante la segundad mitad del siglo) y entreplanta. La organización interior de estas viviendas era más variada, yendo desde hogares relativamente funcionales hasta verdaderos palacios urbanos. Sea como sea, el nivel más bajo de la casa solía ser empleado como almacén y, dependiendo de la profesión del propietario, podía incluir algún despacho o pequeño archivo. A este nivel cabe sumar la entreplanta ya mencionada, una gran planta central y un pequeño ático.