Las fincas de regadío en Valencia
España es uno de los países más áridos de Europa, lo que se traduce en un gran peso de la agricultura de secano, que puebla los paisajes del interior peninsular con extensos campos de trigo, vid u olivos en el sur. Sin embargo, las fincas agrícolas de la huerta valenciana se han beneficiado históricamente de unas condiciones muy óptimas para el regadío.
La historia de los cultivos valencianos de regadío se hunde prácticamente en la noche de los tiempos. Tradicionalmente, la mayoría de historiadores remontaban el origen de la importancia del riego en Valencia a la época musulmana, una civilización que supo explotar como pocas otras las posibilidades de este elemento natural. Sin embargo, estudios más recientes coinciden en señalar que ya en la Hispania romana las fincas rústicas del litoral valenciano contaban con distintos sistemas de riego. De acuerdo con esta última tesis, los sistemas de canalización del agua se construirían durante el Bajo Imperio y seguirían utilizándose durante el breve periodo visigodo.
Sea como sea, no cabe ninguna duda de que los musulmanes dieron al regadío un impulso definitivo en las fincas valencianas. De entrada, un porcentaje muy elevado de la población de Al-Ándalus se dedicaba a labores relacionadas con la agricultura, siendo preceptivo importar nuevas técnicas desde el Norte de África y Próximo Oriente. Una de las innovaciones más importantes fue la noria, un elemento que mejoraba notablemente el reparto del agua y que ayudaba a su canalización, permitiendo salvar desniveles y regulando incluso la presión. Con estos adelantos, el cultivo del arroz se convertiría en uno de los más representativos de Valencia.
Tras la conquista cristiana, los nuevos pobladores apreciaron de inmediato lo avanzado del tratamiento del agua en aquellas tierras, en contraposición a los áridos paisajes castellanos y aragoneses. Junto al arroz, los viñedos se convirtieron en un cultivo básico en Valencia, al que se sumaría, ya entrada la Edad Moderna, el de la naranja. Sería entonces cuando se comprobaría cómo los sistemas de irrigación musulmanes permitían la plantación de naranjos por toda la ribera valenciana y amplias zonas de Castellón. La historia de las fincas agrícolas valencianas resulta pues incomprensible sin el regadío.
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