Casas señoriales de postín en Toledo
La capital de Castilla-La Mancha fue durante mucho tiempo una ciudad donde convivieron las tres religiones más importantes de la Historia. Tiempo después, las calles de Toledo se llenaron de palacios y demás edificios de gran valor artístico y, con posterioridad, histórico. En suma, recorrer Toledo es seguir una ruta patrimonial centenaria.
La época a la que aludíamos anteriormente, en torno a los siglos XII y XIII, fue de una gran vitalidad creativa y cultural. No obstante, los restos urbanísticos de esta época no incluyen demasiados ejemplos arquitectónicos más allá de la notable Catedral de Santa María o del Castillo de San Servando. La Sinagoga del Tránsito y la Mezquita de las Tornerías son las dos obras por antonomasia de las otras dos cosmovisiones religiosas a pesar de que su cronología sea bastante dispar. En el plano civil sobresale en estos años el Palacio de Galiana, de inspiración cristiana pero con un innegable toque mudéjar.
La Edad Moderna por su parte disparó los edificios emblemáticos y las casas señoriales por todo el casco histórico y sus alrededores. La Casa del Templo por ejemplo se reconvierte en este periodo en una suerte de hospedería, brillando por sus motivos andalusíes y el empleo de yeserías. Otra construcción de gran trascendencia posterior es el Palacio de Fuensalida, de estilo mudéjar con detalles platerescos y actual sede de la Presidencia de Castilla-La Mancha. El Museo-Hospital de Santa Cruz también resulta de especial interés por su vocación pública y sus formas renacentistas, que evolucionan hacia el manierismo.
Claro que ninguno de los palacios privados superó en monumentalidad al Palacio Arzobispal de Toledo. Dada la importancia de esta diócesis la construcción del complejo empleó a lo más granado de la arquitectura toledana, remodelando varias casas señoriales situadas frente a la Catedral. Y aun no suponiendo una casa señorial propiamente dicha, la Casa-Museo de El Greco es otra edificación que merece ser visitada. Habitada por el genio de la pintura renacentista, esta vivienda está perfectamente integrada en el ambiente urbano del casco antiguo. Mucho más antigua (probablemente del s. XII) es la Casa de Mesa, un palacete habitado por un alcalde bastante querido en tiempos de Alfonso VIII.
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