Valencia y sus fincas rústicas.

El impacto de la desamortización en las fincas rústicas valencianas

Cuando hablamos de desamortizaciones en España resulta casi imposible no pensar en la figura de Juan Álvarez de Mendizábal, protagonista ineludible de los primeros gobiernos liberales en España. Sin embargo, en las fincas valencianas tuvo mayor impacto la desamortización llevada a cabo por Manuel Godoy, hombre de confianza de Carlos IV.

La desamortización de Godoy, la primera gran acción de este tipo llevada a cabo en España con una cobertura legal y un impulso oficial, afectó a un gran número de fincas rústicas valencianas. Los principales motivos que empujaron semejante cambio en la relación entre el Estado y la Iglesia católica son fundamentalmente económicos. Las últimas décadas del s. XVIII fueron bastante difíciles para la Hacienda real, que vio cómo sus gastos se elevaban exponencialmente sin que los ingresos ordinarios bastasen para compensarlos. Las numerosas propiedades eclesiásticas se convirtieron pues en un bocado más que apetecible para Godoy, hombre encargado de sanear las cuentas reales.

Lógicamente, las expropiaciones eran un mecanismo bastante más sencillo que adquirir fincas en venta. En aquella ocasión, el colectivo más afectado fue la Compañía de Jesús, que perdió distintas fincas además de una notable relación de edificios en la ciudad de Valencia. En el conjunto de España, la Iglesia perdió en torno al 15% de sus tierras durante la primera gran desamortización. Paralelamente, la invasión francesa no revirtió este proceso, utilizando algunas tierras que todavía eran propiedad de la Iglesia valenciana para fines militares. Con todo, la mayoría de estas fincas rústicas fueron restituidas a los eclesiásticos en 1814.

Las desamortizaciones decimonónicas de Mendizábal y Madoz tuvieron como principales afectados a los benedictinos, cuyos conventos (y por ende, las tierras aledañas) se convirtieron en objeto de deseo del nuevo régimen liberal. Un caso paradigmático de este periodo es el Monasterio de San Jerónimo de Cotalba, cuya venta aconteció en 1835 a pesar de que los jerónimos eran la orden monástica más joven y numerosa de la región valenciana. La transacción se completó poco tiempo después cuando una acomodada familia irlandesa se interesó por estas bellas fincas en venta. Completado el proceso, las antiguas fincas eclesiásticas valencianas habían pasado a manos de grandes propietarios.´


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