El entorno del palacio
La Casona de los García Lorenzana se encuentra situada en el pueblo de Villasecino, en la comarca de Babia, al noroeste de la provincia de León.
Se trata de un enclave de incalculable belleza paisajística, formado por extensos valles y grandes praderas rodeados de altas cumbres que sobrepasan los 2.000 metros.
En el año 2004, la comarca fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Todo el paisaje babiano responde a valores naturales modelados por el trabajo del ser humano. Los ríos Luna y Sil nacen en las partes altas de la comarca y riegan los pastos que han dado fama a la zona a lo largo de la historia.
El topónimo de la comarca forma parte de una conocida expresión de nuestra lengua “estar en Babia”, utilizada cuando alguien se encuentra ensimismado y ajeno a aquello que se trata.
El origen se debe a los antiguos reyes de León y Asturias, que gustaban de pasar largas estancias en Babia dedicándose a disfrutar de la quietud y la belleza del entorno.
Curiosidades históricas
Aunque el origen de la construcción no está datado, existen referencias documentadas de la casa y la capilla que se sitúa junto a ella en el siglo XVII. La propiedad se ha ido transmitiendo entre generaciones de la familia García Lorenzana hasta el siglo XIX.
El religioso inglés Joseph Townsend, durante su viaje por la montaña leonesa en 1787, menciona en sus diarios a don Ignacio Lorenzana y dice así: “Señor de este pueblo, cuya casa es más bien elegante que magnífica y está en una situación encantadora ya que es imposible ver praderas mejor regadas o más fértiles que las de ese delicioso valle”. Gaspar Melchor de Jovellanos pernoctó en esta casa el 5 de junio de 1792, durante una excursión de Gijón a León.
Jovellanos recuerda en sus Diarios:
“En Villasecino tiene su casa D. Ignacio Lorenzana, casado con la sobrina, Dña. María Manuela Cienfuegos. Hospedamos aquí. Buen edificio, renovado, con habitación de invierno y verano.
Un retrato de cuerpo entero del prior D. Fernando García Lorenzana, tío del poseedor, de mano de Bustamante y firmado en 1743, siendo el personaje entonces de treinta y un años; es de lo mejor que he visto de esta mano”.
Conclusiones
El entorno próximo del edificio como característica intrínseca del bien inmueble es de por sí privilegiado gracias a sus paisajes de extraordinaria belleza modelados por el quehacer de sus habitantes, su cuantiosa biodiversidad y tradiciones.
El edificio es de gran singularidad ya que se presenta como un exponente de la arquitectura popular evolucionada hacia construcciones más nobles, como son las casas solariegas de esta zona de la Cordillera Cantábrica.
Se trata de un inmueble con alto valor desde el punto de vista arquitectónico ya que, sin duda, existía una planificación a la hora de su construcción, con espacios amplios, circulaciones claras, una estética destacada que se aprecia en la composición de las fachadas, etc.
La singularidad del inmueble también se aprecia en que era prácticamente autosuficiente, con espacios dedicados a numerosos usos, casa de servicio, caballerizas, zona de lavado, pozo, zona señorial, cocinas, capilla propia, hórreo, etc.
Es destacable el gran tamaño de las edificaciones y patios, con un total de unos 1.000m2 habitables y unos 300m2 de espacios libres sin contar el prado propio anexo.
El edificio se encuentra en un estado de conservación razonablemente bueno dada su antigüedad.
En definitiva, el edificio de la Casona de los García Lorenzana posee un alto valor a nivel patrimonial y arquitectónico, con posibilidad de adaptarse a usos diversos (como por ejemplo, espacio expositivo, centro asociado a la docencia, edificio administrativo, centro productivo, de ocio, cultural, etc.) y que puede convertirse en un revulsivo, integrado en la red productiva de la localidad, municipio y la comarca donde se ubica.