Lleida y el peso de los señoríos en la gestión de fincas rústicas.

La historia medieval de Cataluña está indiscutiblemente ligada a la trayectoria de los distintos señoríos y condados que jalonaron el sur de los Pirineos desde finales del s. VIII. Uno de los condados que alcanzó mayor notoriedad fue el de Urgell, competidor natural del condado de Barcelona durante varios siglos.

La estructuración del territorio de la actual provincia de Lleida en distintos señoríos tuvo consecuencias muy evidentes sobre la gestión de las fincas rusticas, especialmente en las tierras situadas más al norte. Estos territorios se diferenciarán claramente del resto de la península, sometida por completo al islam exceptuando varios reductos asturianos, tanto desde el punto de vista sociológico como del económico. En este sentido, las fincas agrícolas vivirán un lento proceso de concentración en manos de varios señores, titulares todos ellos de los grandes condados catalanes. Tal y como ya hemos mencionado, el señorío de Urgell sería el más importante de toda Lleida.

Este condado, independiente de otros dominios señoriales desde el 992 y cuya principal peculiaridad fue sus ocho primeros titulares se llamaban Ermengol, confirió un gran peso a la explotación ganadera y a la producción agroalimentaria. Tras la conquista de Agramunt a cargo de Ermengol IV en 1070, esta ciudad pasaría a ser el centro político del condado y a albergar la principal residencia de los señores. Lógicamente, desde Agramunt se regirá también la política a aplicar en las fincas agrícolas del condado. La actividad pastoril también conservará cierta relevancia en las zonas central y norte del señorío.

El otro gran territorio catalán del momento era el de Pallars, uno de los que más prontamente se independizó de la tutela carolingia (en el 872). El carácter eminentemente montañoso de este condado condicionó sobremanera la gestión de las fincas rusticas, que eran bastante menos productivas que las del vecino señorío de Urgell. En cualquier caso, la gran mayoría de la población se dedicó siempre a las labores del campo, quedando orilladas las profesiones liberales y la actividad artesanal. La actividad ganadera se concentraba en las zonas más montañosas mientras que las escasas planicies eran aprovechadas para desarrollar una economía agraria básicamente de subsistencia.

 


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