Fincas agrícolas en venta Castilla
El regadío en Castilla y León, una aproximación histórica
La agricultura de Castilla y León ha estado tradicionalmente ligada a los cultivos de secano, hegemónicos también a día de hoy.
Sin embargo, no siempre se pone en valor la importancia del regadío en las explotaciones agrícolas castellano-leonesas a pesar del notable incremento del número de fincas de este tipo en las últimas décadas.
Durante la mayor parte de su historia, la meseta norte (o para el caso, la actual Castilla y León) nunca ha sido una tierra especialmente fecunda en cultivos de regadío. A pesar de que la cuenca del Duero es la más extensa de la península Ibérica, los condicionantes climáticos han jugado tradicionalmente en contra del regadío.
Las bajas temperaturas registradas en invierno han imposibilitado su arraigo en la zona, reduciendo su presencia a los márgenes de los ríos y siempre de manera muy rudimentaria (nunca con las grandes infraestructuras presentes más al sur). De hecho, ni romanos ni musulmanes hicieron nada por cambiar esta situación.
La conquista cristiana de todo el valle del Duero confirmó la preponderancia del cereal en la región, esto es, del cultivo de secano. La única nota discordante fue la ciudad de Valladolid, en cuyos alrededores (principalmente, en los márgenes del Pisuerga) sí que adquirió cierta relevancia el sistema de regadío.
A la conclusión de la Edad Media, las ciudades que más habían crecido tanto demográfica como económicamente coincidían con aquellas más próximas a los campos irrigados (cuya explotación era más rentable que los de secano). En este momento, hay constancia de que algunas heredades burgalesas también se pasaron al regadío.
Durante la Edad Moderna la proporción de tierras de regadío no varió significativamente, aunque sí que proliferaron las ordenanzas que establecían un uso responsable del agua disponible durante la sequía que azotó la región a mediados del s. XVI.
Se presentaron planes para promover el regadío pero determinados intereses impidieron que se llevasen a cabo, consagrando la zona como el granero de España durante los siglos siguientes. No sería hasta 1901, con la aprobación del Plan Nacional de Obras Públicas, que se procedería a aumentar significativamente las fincas de regadío. En 2014, estos cultivos suponían el 12,5% del total.
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